Estuve pensando bastante que escribir sobre este libro. Son tantas cosas las que quería decir de él que me abrumaba un poco no poder “sintetizar” bien su contenido. Luego pensé que sólo quería decirles que lo leyeran, que me encantó, que es fantástico y me autocensuré por miedo a ser tan básica. Al final decidí centrarme en las dos líneas que considero atraviesan todo el texto y que lo hacen genial.
La primera de ellas tiene que ver con la experiencia real de ser feminista. No la caricatura que lxs detractorxs del movimiento usan para descalificarnos, ni el modelo construido desde la superioridad moral -y patriarcal- que algunas compañeras enarbolan. No. La autora habla desde la vivencia concreta, inquietante, y paradójica en que la consigna “lo personal es político” se encarna. Puede parecer algo sencillo, pero realmente nos muestra una vocación reflexiva que, además de agudizarse con los años, le permite escribir desde la honestidad. Y es esta honestidad lo que se siente refrescante. No está tratando de dar una cátedra de feminismo, de elevarse como ejemplo a seguir, sino compartiendo el proceso de una mujer que a pesar de las dudas y las contradicciones se enuncia (como una mala) feminista.
La segunda línea está relacionada con lo que me parece un quehacer primordial de quienes nos situamos desde los feminismos y es la observación crítica de los procesos y productos culturales. En este sentido, resulta fabulosa la manera en que relaciona juegos, libros, series, películas, etcétera, con las diferentes temáticas que han ocupado a feministas de otras generaciones. Probablemente lo que más me guste en relación con esto es que logra un perfecto equilibrio entre la fascinación que le causan y la seriedad con que los analiza. No es una simple fanática aplaudiendo, es una amante crítica de lo popular y lo que tiene que decir desde ese lugar es sumamente interesante.